Confesiones de una motera

   Mi chico y mi moto. Si lo digo rapido suena a nombre de ejecutivo coreano...bueno...El caso es que hemos roto despues de trece interminables años de tormentosa relacion a veces, aunque con suaves brisas de verano, las menos. Tambien es verdad que siempre lo quise como se quiere a ese viejo mueble que nunca desearías ver en el contenedor del barrio. Roberto, la moto...ah...y yo de paquete. Hablando de paquete, al principio me alucinaba su aparatosa entrepierna. Con el tiempo y la repetición dejaron de impresionarme sus cabalgadas interminables y los trajes de saliva que con tanto tesón me confeccionaba. Kilómetros, millas, a lomos de la maquina. Pegados, soldados por el incandescente cuero de nuestras chupas. Rock´n´roll siempre en mis oídos y también promesas-mentiras de treintañero para una chica que solo cree en su moto. A partir de ahora mi religión sera buscar el final de la carretera, despertar en cualquier parte donde el viento haya cambiado su sonido por el rugido de una harley...Aunque soy consciente que una solitaria como yo no cabe en todos los sitios..Se también, que los oxidados muelles de mi corazón volverán a rechinar ante la visión de cualquier romántico caballero motorizado que asome en el horizonte de cualquier autopista...!Que coño..! siempre seré una puta Dulcinea del asfalto esperando a su Quijote de cuero...

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